—¿Y qué harás cuando me levante? —preguntó
ella.
—Te miraré desde mi lado de la cama —contestó
él.
—¿Y si no te gusto?
—Me levantare a cepillarte el pelo. Te
lavaré la cara, te frotaré la espalda en la ducha, te untaré la piel con
aceite…
—¿Y si aun así no te gusto?
—Me sacaré los ojos y te oleré.
— ¿Todos los días?
—Cada segundo.
—¿Y si te gusto?
—Te comeré, te chuparé, te tocaré. Si
no hablas, te escucharé, si lo haces, te entenderé, aprenderé. Si sonríes, seré
feliz, si lloras, recogeré tus lágrimas. Si estás enferma, me tumbaré a tu
lado, cuando estés sana, disfrutare tu sombra. Si te caes, estaré en el suelo
y, cuando levantes, seré muleta.
—¿Y si te piso?
—Limpiaré tu suela.
—¿Y si gusto a otro?
—Me sentiré dichoso.
—¿Y si me gusta otro?
—Me retiraré en silencio, y moriré de
amor sin molestar.
—¿No eres celoso?
—Completamente.
—¿Y por qué te irías?
—Porque soy cobarde.
—¿Y qué harás por la noche?
—Llorar
—¿Por qué?
—Por no ser tú.
Toño Diez.
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