Viejo (4 de 4)
Cuando por fin decidieron enfocar, la vio. Allí estaba
ella, como siempre, junto a la puerta, mirándole con triste ternura. No podía
ser de otra forma.
—Hola cariño —dijo ella.
—Hola amor —contestó él— ¿Otra vez he
estado ausente?
—Sí, otra vez. Llevo veinte minutos aquí.
Pero estaba segura de que volverías.
—Es cada vez más a menudo ¿verdad?
Él sonrió débilmente. La miró. Aunque
ya eran muchos años, le pareció preciosa.
—Volveré siempre que pueda. Eres
preciosa, no tengo más remedio.
—Lo sé. Te quiero —contestó acariciándole
la mejilla—. Lo sé.
—Yo también te quiero.
Al decir esto, sonrió de nuevo. Sintió
que había ganado un poco de tiempo al decirlo. Quiso un poco más.
—Te quiero —repitió— te quiero.
Y con la misma sonrisa, su vista volvió
a nublarse y comenzó de nuevo a soñar.
Toño Diez.