domingo, 24 de marzo de 2013

Porque viajar es crecer


        
Porque viajar es crecer


  Porque viajar es crecer.
         Porque quedarse es sucumbir a una monotonía incomoda.
         Porque escapar es sentir la vida, recuperar emociones, relativizar sensaciones.
         Porque tener la necesidad de moverse, es señal de estabilidad.
         Por todo eso, y por cosas que quizá la perturbada razón de mi cansada mente, no llega a comprender, hoy voy a viajar.
         Volaré dentro de la nostalgia. De ese modo, arañaré un poco mi cordura. El recuerdo me ayudará a creer que el pasado existe aún, que nunca desapareció. Resultará evidente que si duele, existe.
         Miraré fotos, leeré antiguas notas, pensaré en los seres que nunca volví a ver. Redactaré conversaciones que no tuve jamás. Me arrepentiré de cosas que dije, y de muchas que me habría gustado decir. Ese "adiós" que no me atreví a pronunciar. Ese "no te marches aún", que me habría sabido a poco. Ese "nunca más", ese "me gustan tus ojos", ese "a mí no me lo haces", ese "voy a probar", ese "no quiero"... ese "sí" y ese "no".
         Cuando, mi interior empiece a sangrar un poco, seguiré viajando. Marcharé a las costas del amor. Preguntaré al oráculo de las Pléyades, por qué nunca me quisieron lo suficiente. Preguntaré por qué mi cuerpo no es suficiente, o por qué no soy feliz.
         Olvidaré mi alrededor más inmediato de personas que me desean, me quieren, o simplemente me esperan y me observan, para, de esa forma, arrancar las posibles postillas dejadas por el anterior viaje. Inventaré soledades, infidelidades y dolores casposos.
         Quien me mire, será pretendiente. Quien me cruce, será mi presa. Quien me ame, será mi perdida. Quien no lo haga, será tristeza.
         Me agarraré a toda persona pasada, como si mi vida, y así será, fuera con ella, y cada palabra que pronuncie, cada recuerdo suyo, cada mensaje, cada imagen, me hará daño. Me obligaré a ello. Pensaré que es inevitable y sangraré. Porque sangrar, es sentir.
         El rencor, será otro de mis destinos. La culpa, será mi mochila y la hipocresía mi equipaje.
         Primero, descenderé a mi interior, buscando a toda costa mis errores. Usaré mis fallos, para atenazar tres nervios intestinales. Así conseguiré no comer. Mis equivocaciones, para retorcer cinco vértebras en mi cuello, haciéndome bajar la cabeza y así, no mirar hacia adelante. Reconoceré mis torpezas, para usarlas, de forma que tropiece, una y otra vez en ellas. Y daré la vuelta a mis ojos, obligándoles a observarme egocéntricamente. Volveré a girarlos, para mirar de nuevo el suelo. Dolerá.
         Segundo, negaré las evidencias y buscaré culpables. Necios que nunca sabrán de mi conspiración, porque o no existen, o nuca se lo diré.
         Crearé distancias imposibles, entre Mí y Yo. Y los demás, deberán sufrir las consecuencias. Porque ellos, serán mi problema, mi obstáculo.
         Así lo decido. Es mi viaje.
         Buscaré la indiferencia. Quien no me mire, me ignora. Quien lo haga, me ofende, me miente y me ridiculiza. Nadie me escuchará, pero quien lo haga, no me entenderá. Quien me aconseje, se inmiscuirá. Quien se canse, me abandonará y quien me suplique, en realidad, en mi viaje, se quejará de cosas sin importancia.
         Me iré, pero diré que fueron ellos los que se marcharon. Eso remueve bien heridas y crean otras.
         Regresaré. Regresaré el tiempo justo para que me vean. Daré pena, lástima, y me sentiré mal por ello. Me reconfortará, porque seguiré sangrando.
         O puede que no, que decida nunca regresar. Quedarme siempre allí, no tener que volver. No dejar de sangrar... o hacerlo para siempre. Pero eso da igual, ya lo decidiré.
         Aunque puede que nunca llegue tan lejos. Puede que sentir la necesidad de estar vivo, no sea tan importante. Puede que la vida, en realidad no sea momentos entre autocondicionamientos subjetivos de sufrimiento autoprogramado. Puede que la gilipollez se cure sin necesidad de que lo natural se instaure. Puede que no tenga que ocurrir un desastre, para ver que mi viaje... no comenzará nunca.
         Puede que disfrute del pasado, del futuro y del presente. Puede que otras personas, puedan aprender a viajar, cuando yo vuelva, porque yo les enseñaré a hacerlo.
         Puede que me entere de que tengo oportunidades, las mismas oportunidades. Que lo que pasó, ya no existe. Que sólo me queda crecer. Que el viaje nunca ha de ser por mi ego. Puede que aprenda a no regresar de donde vengo, simplemente porque no es necesario.
         El valor de lo que es, no se puede estimar con lo que fue.
         Mejor, me quedo aquí.


 Texto: Toño Diez. 
 Foto: Nicolás Saracchini.