martes, 26 de febrero de 2013

La Cordura (2 de 2)



La Cordura (2 de 2)



         Desde dentro, como un estallido nuclear en el fondo del mar, una enorme burbuja de energía se prepara para destruir, primero replegándose como para coger impulso, y después, reventando en miles de millones de puntos de infausta y ridícula ingenuidad de lo ficticio. De lo absurdo. De lo patético.
         Y cada zancada que pego, me acerca más y más a ningún sitio en el que ya no esté. Cada una de ellas reclama su parte de desquiciada histeria. Histeria terrorífica.
         El miedo me invade. Sigue haciéndolo porque el infierno no para. Sigue tras de mí, empujándome incesantemente al abismo de la mente.
         Y las voces que aturden mis oídos, los gritos y ruidos que no me dejan pensar, los miedos terribles que no me dejan sentir… ¡Quiero morir!
         Las paredes se estrechan y me golpean. Ahora se ensanchan, pero soy yo quien corre hacia ellas, chocando con estruendoso  sonido. Paro. Caigo en la cuenta. Los truenos que escucho son cada uno de los golpes que mi cuerpo generan contra las paredes.
         Y tapándome los oídos, caigo sin fuerza, chillando y suplicando perdón. Porque el infierno sigue acercándose. Me duele la cabeza, me arde el cuerpo.
         ¡Y grito, grito, grito...! Mientras me retuerzo, grito. Mientras ellos gritan más fuerte que yo.
         —Ya pasó, ya pasó.
          Consigo distinguir palabras de entre las absurdas mordeduras sonoras de mi cabeza.
         —Tranquilo, ya pasó. Ya está.
         Sí, son palabras. Y caricias. Y brazos.
         —Parece que ya se tranquiliza —oigo decir, mientras las voces se acallan poco a poco.
         —Sí, este tranquilizante es fuerte. Sujétalo un poco mientras le limpio el sudor y la sangre —dice otro.
         Ahora sólo veo oscuridad. Bendita oscuridad. Mi cuerpo exhausto, se relaja. Mi respiración se acompasa. Ya ha pasado.
         Ya ha pasado… Ya ha terminado.
 

          Toño Diez.

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