domingo, 27 de noviembre de 2016

Satisfaceme











Tan pequeño y tan liviano. Tan ínfimo y sin embargo, tan pesado.
A saltitos, de puntillas, cantando, y por dentro, llorando.
Con la luz en las mejillas, como si fuera coloreando el campo,
para que todos le vean feliz, que nadie le encuentre sentado,
con la cara entre las manos, los ojos sin mirar. Soñando.
Escondido entre lápidas de mármol blanco, quien un día soñó ser luchador,
reposa todavía esperando.

Un día una diosa cosió pedazos de su piel, sus huesos y sus manos.
Construyó con ellos un  mundo. Con ellos y un cálido abrazo.
¡Protégeme! oh hada de los demonios que me habitan ¡Aléjalos de aquí...!
Sostén tu mano en mí y dame tiempo para esperar… más.
¡Que venga quien nunca se quedará, porque mi lado ocupado está!
Y ella, contando flores y llorando, clavaba en el mar puñales. Estacas en mil flores de azahares.
En idioma lisonjero, cantaba versos de miel de romero, y miraba… directa a los ojos.

Piel de cristal, párpados de invisible terciopelo. Y esos besos… sus besos…
Construyó un mundo entero para mí, donde sólo estaba yo. Lo hizo y se marchó.
Él se quedó en ese mundo, que era el suyo, sólo suyo. Suyo y sólo.
Risitas roncas que se escapan, tras dejar de llorar… por no llorar, mientras en mi escondrijo dejo un tiempo e intento olvidar,
y olvidando por olvidar jamás pude ya recordar,
que lo que ya no recordaba, no lo podía olvidar.

Espejo o careta; disfraz o ingenua desnudez. ¡Anímate, puedo sonreír!
No pasa nada, todo está bien.
En el pozo sólo quepo yo, y en este tiempo cuento estrellas para que me veas soñar.
Mientras espero a que la niebla venga. Es mi niebla, sólo la veo yo.
En su mundo quedó para siempre, hasta que el hada vuelva.
Sólo ella entiende qué ocurre en su mundo. Ella solo lo ve. Y su niebla.
Satisfáceme sólo un segundo, un segundo más.
Sólo ella entiende. Solo. Satisfáceme solo.





 Toño Diez
       

lunes, 21 de noviembre de 2016

Estatua de marmol.




Extendía los dedos al término de un brazo en alto, y alzando la mano en vano, buscaba un rostro como palpando un alma templada, dentro de una estatua de mármol.
Miraba perdida con ojos opacos, ahogando en deseos llorosos y sueños nostálgicos, esperanzas tiernas que buscando derrotas construyen falsos relatos; codiciando disfrazar de verbos, antiguos pasados.
Se estiraba por fuera llorando, por dentro aspirando: ¿qué traen los viejos demonios? ¿qué, si no son infiernos, retratos? ¿qué tacto en los dedos se convierten en la piel, llantos? Si cuando tocan ya nada sienten, nada tienen, nada queda sino espera de un tiempo pasado.
Extendía la mano y no llegaba. Jamás llegaba a una cara que esperaba erizando la piel, su tacto.

 Toño Diez
         Imagen: Georgia O’Keefe por Alfred Stieglitz