Castellano. Insolvente
en sentimientos.
Que ignoras lo viejo e imploras lo
nuevo y, olvidando el pasado, presumes de ello.
Presumes de antiguo, te avergüenza el
presente, y miente tu estado. Rechazando lo extraño.
Castellano.
Que observas de frente, murmurando
palabras con ojos en soslayo.
Silencio en tu boca, prefieres callar a
mentir al extraño, relajar los sonidos al nivel de tus gestos, retrasar los
sabores por tener más y más tiempo.
Castellano.
Verbo seco, adusto al forastero.
Imposible ver tu tierra, sin colocar
las pupilas en lo alto del rostro y, buscando horizonte, levantar la barbilla,
entornar la mirada, tensar el momento, apretando los dientes, cerrando los
puños y acabar tiritando.
De tanto amar tu dura, fría, rancia
tierra, el gesto austero, cristalino de frio, escaso en sonrisa y generoso en
arrugas, en tu cara se queda, como marcando un negocio. Negociando el pasado.
De tanto odiarla, escupir y
maldecirla en silencio, su implacable indolencia, hace del corazón, piedra.
Como tu tierra.
Piedra de caja y arena en las venas.
Polvo seco, trigales, castillos y campos.
Sin árbol, campo. Sin agua, hierba.
A nadie engañas, nadie te engaña, vives
engañado.
Esperando que venga, buen tiempo y
sosiego. Sudor, silencio y brumas, entregas a cambio.
Adusto esqueleto de parca sonrisa, dura
mirada, áspera piel que recubre tu cuerpo, chaparro, fuerte y oscuro. Altivo,
libre y atado. Tedioso, tranquilo y rocoso. Completo en carencias, repleto en
amargos.
Castellano.
Altivo gesto cenicero, completa la
figura del indolente amo, de siglos de espadas, azadas, yugos, sandalias y
barro.
Respiras historia, escupes fango.
Resultas al tiempo, amargo, espeso, frio, austero, rancio. Altivo, sincero,
distante, solitario y extraño. Y sin embargo, grande.
Siempre grande. Sufrido y grande. Claro
y grande. Extinto y grande. Siempre grande.
Castellano.
Tan lejos te encuentras de abrazos, y
tan cerca para abrazarme. Tan apegado a tu tierra, y en cambio, tan errante.
Desconocida tu raza, por miedo, pereza
y envidia. Abandonada tu hacienda, por no quedarse.
Gracias, castellano. Que el tiempo
acompañe, tu paso del tiempo. Que el día ilumine, tus extensos campos, que la
lluvia limpie, tu cementa mirada.
Castellano, gracias, castellano.
Texto: Toño Diez.
Foto: Jose Bueis Aguado.
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