martes, 19 de febrero de 2013

La fe (1 de 3)



La fe (1 de 3)


          Los ecos de sus pasos, resonaban en el templo. La mística del silencio, sólo acompañado  por el más sublime de los tormentos, registraba cada uno de sus sentimientos. Uno a uno. Segundo a segundo. Momento a momento.
          Ante el inmenso y vacío espacio del recinto, otrora  sagrado, respiraba sin esfuerzo la húmeda frescura del amanecer, que se filtraba entre las ruinas de los muros.
          Fantasmagóricas luces fronterizas, rosadas unas, plateadas otras, pero tenues y fugaces todas, dibujaban momentáneos y esbeltos tapices en las desnudas piedras adornadas de fino musgo verde, casi fluorescente, dejando una brillante estela en la bruma que, poco a poco, se iba disipando del interior.
          Se detuvo en el centro del largo pasillo de la nave central. Frente a lo que quedaba de un desvencijado altar. A la derecha, una pila bautismal extrañamente intacta.
          La vista se fijó brevemente en una pareja de negros cuervos que se acicalaban las alas, en la parte superior del magullado presbiterio.
          No tenía ni la más remota idea de qué le había llevado a ese lugar. No recordaba cómo había llegado. A decir verdad, no recordaba ni su nombre. Aunque tampoco le importó. Ya habría tiempo de pensar. O quizá no.
 

          Toño Diez.

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