Sigue, amor, amando
Recuérdame, cuando te hayas marchado. Y escucha mis
recuerdos, grabados con tinta incolora, en tu superficie de cristal, que es en
ella en la que me he colgado, en la que he fijado con clavos de hielo, mi confianza.
Y cuando vuelvas los ojos, para mirar atrás, no bajes
la cabeza y atiende, que lo que te resta de valentía, te suma en fuerza para
tirar el resto.
Recuérdame mientras te olvido, que no costará nunca
tan caro el recuerdo de lo que he vivido, de lo que has tenido, como la espera
desde quererlo, hasta haberlo conseguido. Lucha eterna por sentir lo que se
espera, y mantener en mis brazos, lo que eternamente escapa de mis manos.
Llorarás en tus pasos, y mientras yo recogeré tus
huellas, que no tienen calzado, sino las frías pezuñas del incandescente hielo
que marca indolente en el suelo, cada mirada tuya, cada beso, cada suspiro, que
me has regalado, cada quejido sordo de amor que he absorbido, que has posado en
el aire, que has exhalado, mientras nos hemos amado.
Que tengas un gran viaje, y allí donde pares que encuentres guardado, lo que yo he perdido
a tu lado, que es parte de mí, que no me lo has quitado, que te lo he regalado.
Olor que hace hormiguear, sólo recordándolo, mil
sensaciones y un millón de orgasmos. Los que hemos creado, los que por tiempo se
nos han quedado, los que a gritos hemos lanzado, y con silencio, hemos
alimentado.
Recuérdame, por favor, que en ello tengo el sentido,
que cuelga de mi existencia. Recuérdame, aunque sólo sea por un rato, el que
necesito por ser tu voz, el ruido que necesita mi oído esclavo, atado por tus sonidos,
tapado por tu sigilo, escondido tras tu secreto arcano.
Déjame agarrarte, y amárrame a tu espalda, mucho antes
de que alguien llegue y dispare, y todo esto acabe, con mil pedazos de hielo en
el suelo, y cien lamentos de mi piel, intentando reunirlos luego.
Sigue, amor, amando.
Texto: Toño Diez.
Foto: Nicolás Saracchini Fotografias