Sin querer quien soy
La locura de no saber quién se
es, es igual a la sensación que produce no saber dónde se está. Perdido en el
tiempo. Perdiendo el tiempo.
Si teniendo las manos llenas de
sensaciones, que se escurren como queriendo escapar de la tenaza que
proporcionan los valores en forma de dedos, no consigo hacer temblar un segundo
más mi cuerpo, me siento muerto.
Valores y sustancia, que colma la
vida de recuerdos. Banalidades que forman una personalidad agresiva, tenaz,
escurridiza y montaraz. Personalidad que es capaz de escabullirse hasta de mí
mismo, haciéndome tropezar una y otra vez en el mismo hueco, el mismo bache, el
mismo pozo que hace tiempo yo mismo ahondé, con forma de hombre. De hombre
tendido. Tendido en el suelo. Como muerto. Muerto. Tendido.
Escupo en mi tumba recreándome en
los suspiros y en los espasmos que me produce la sensación de no permitirme
vivir. Respiro fuerte el aroma que me produce un recuerdo fabricado para
esculpir mi futuro.
No quiero, no quiero estar ni un
segundo más conmigo. No me necesito, puedo prescindir de tenerme, de quererme.
Maldita la forma de exigirme ser yo mismo, cuando ni siquiera sé si soy.
Mal he de fabricar un cuerpo, si
lo que tengo para hacerlo, son los girones de un alma que he dejado para el
almuerzo. Me meriendo. Me digiero y me defeco. Porque no me quiero, porque me
adoro. Por eso me envidio, y no me aguanto.
Duermo sintiendo lo que no
existe, despierto. Atiendo lo que no tengo, porque lo que me queda es algo sin
sabor, sin tiempo y sin sustento. No
quiero tener más, no quiero tenerlo. Y la razón evidente de repudiarlo todo, es
el miedo que tengo por perderlo.
No pronuncio palabras, porque
prefiero vomitarlas. Es mejor para huir de lo que no entiendo. Y nada entiendo.
Vuelvo a mirarme en el espejo, y
lo golpeo. Vuelvo a golpear lo que veo, con mis nudillos para ello hechos.
Seguro de tener lo que merezco, me quejo de lo que tengo. Porque nada tengo, no
quiero.
Sensaciones. Vuelvo a tener
sensaciones. Y vuelvo a caer en ese infierno. Espero, disfruto, tiemblo,
vomito. Sangriento.
Mañana, lo mismo.
Texto: Toño Diez.
Foto: Nicolás Saracchini Fotografias