martes, 8 de octubre de 2013

No recuerdo como hacerlo



No recuerdo como hacerlo

Y cuando la sentí volver, extendí muy alto el brazo, deseando que a él llegase, posándose y agarrando fuerte, y que con el batir de sus alas, se me llevase eterna, volando.
Mas no ocurrió lo deseado, que quedó mirando en lo alto, como madre que escrudiña el sueño de su hijo desvelado, como padre que llevando a su niña, acunada en sus fuertes brazos, no tiene vista para el paso, que su mundo lo va paseando.
No siento la nada, que si no existe el infierno, no queda quimera que alcanzar, no queda ensueño que trastorne el silencio, que amase lo infinito para recordar. Para recordarme.
Recuérdame tú, entonces. Cuando ya no exista, extiende la mano y grita al aire, fuerte, profundo, y espera. Regresaré en el aroma, incienso que rellena el tiempo que jamás pudo permanecer, ese que resultó vano, esclavo de sí mismo. Ese que escapó de entre mis dedos, para colarse en tus entrañas, ese que corroe el espacio libre para anudar, uno a uno, todos tus órganos con los míos.
Escucha. A lo lejos se oye el eco de mis pasos. Se acercan pendencieros, violentados por el mismo sonido que producen, esquivados por el futuro que construyen, repudiados por el remoto estrépito del ayer, que sin embargo, les persigue para recordarles que, una vez, fueron, pisaron, estuvieron… y jamás regresaron.
Y ahora, aquí en un silencio perturbador, me encuentro aguardando tu tropiezo, esperando que choques conmigo, aunque sólo sea en un recuerdo perdido, mal asfaltado. Aunque sea con un frio beso. Y sin embargo, no voy a tu encuentro, porque que me das miedo.
¿Por qué no me matas… y te mueres conmigo? ¿Por qué me rechazas, si quieres lo mismo?
Extiende las alas, tapa con ellas el Sol, que ya no hace falta. Que no tengo herida, que se cure con calor. Que no me queda ya espacio, que rellenar con su luz. Ciégame con tus zarpas, y llévame arrastras, hasta que el final de mis días, acabe con mis entrañas, esparcidas por los mares, de las eternas alabanzas.
No. Mejor no me recuerdes. Espera que regrese, o limita el olvido en el que me tienes, Pinta de indiferencia tu visión, cuando me mires inerte. Destapa el trueno que anuncia el caos, para que todo el mundo sienta, que no me mereces. Que no me perteneces.
Mi brazo extiendo, esperando tus garras, pero no recuerdo, como hacerlo.



 Texto: Toño Diez. 
 Foto: Nicolás Saracchini Fotografias

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