Primer domingo de Mayo
Y
resultó que nunca fui hija, porque nunca tuve madre.
Y
que los días de celebración, no eran tales, sino recordatorios de mi carencia.
Mis carencias.
Resultaba que días antes, en el
colegio, el revuelo que se formaba por la cercanía del gran domingo, nunca me
incluía. Y resultaba que los regalos en manualidades destinados a una madre, se
quedaban adornando siempre mi pupitre.
¡Ah! ¡Qué sensación de vacío, cuando era la única que lo conservaba, el lunes por la mañana!
Era duro saber que el objeto no tendría
destino, pero más sentir las miradas de compasión que la profe me destinaba.
Las indolentes y crueles preguntas de los niños y niñas de la clase, cuando se
enteraban:
―¿Y
para que lo haces entonces? ―preguntaban.
―No
lo sé ―respondía insegura.
―Si
quieres yo se lo doy a la mía ―proponía el más sensible.
―Te
puedo prestar a la mía ―ofrecía el pequeñín.
Como
respuesta, yo lloraba. No sé muy bien si por pena o por simpleza, pues no era
del todo consciente de lo que pasaba, todos me dejaban a solas. Quizá para eso
lloraba.
Pero
para nada lo conseguía, pues si cruel eran los compañeros, más duro campear la
compasión bienintencionada de la profesora. Se acercaba, me tomaba la mano y me
decía:
―No
llores mi niña, que algún día será tu día.
Entonces,
yo callaba.
Enormes
vueltas me dio la vida, desde el cole hasta ser humanitaria. Viajé por el mundo
entero, consolando a los niños que necesitaban, por no tener ni padre ni madre,
ni abrazos que les reconfortaran.
De
esos que de este día no saben nada, ni se enteran de las moscas de la cara. De
esos de miradas perdidas, vientres hinchados y caras sonrisas, sin regalos ni
pupitres para dejar regalos, de manos sucias por falta de agua… donde lavarlas.
Pero
todos los años por estas fechas, yo me escondía por no recordar, que me
faltaban todos los recuerdos, que lloraba por recordar, que nunca celebré nada,
ni tuve nada por celebrar.
Y
nadie me buscaba.
Ahora
tengo ya muchos años, y aún siento lo que me lacra. Y no he querido tener niños, por miedo a ser yo para ellos la que les falta.
Ahora
tengo ya muchos años, y si la madre me sigue faltando, añoro ahora también
regalos, felicitaciones y agasajos. Añoro esos hijos y nietos, que me digan lo que
me quieren, y que me regalen abrazos.
Este
primer domingo de mayo siento que tanto me falta, que bien podría pegar un salto,
hasta el siguiente lunes de Pascua.
Y
ya no puedo esconderme, ni interés en hacerlo tengo, pero me pierdo creando
recuerdos, de lo que nunca fue, y jamás pudo haber sido. De lo que no pasó en
un tiempo, y procuré que nunca fuera un tiempo perdido.
Cada
primer domingo de mayo, yo no celebro nada, recuerdo lo que me falta.
Cada
primer domingo de mayo, recuerdo a quien les falta.
Texto y foto: Toño Diez.
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