En fin,
sea como fuere, el caso es que me he «lanzado al abismo» (en palabras de su
propia autora), y ahí voy. Después ya pensaré su posible publicación.
¿Quién
no se ha sentido alguna vez, sobre todo en la juventud, una persona rebelde,
inconformista, antisistema… diferente a los y las demás? ¿Quién no ha sufrido
mil veces por alguna injusticia que ha visto o leído en las noticias? ¿Quién no
ha pensado en largarse y viajar, ver mundo, encontrarse a sí
mismo, hacer algo por los demás, tener una causa por la que morir y otra por la
que vivir…? ¿Quién no ha sentido, al final, que nada de lo que ha hecho, ha
servido realmente para llenar su mundo o para completar alguno? Y al final
¿Cuántos, ante la sensación de frustración
por ver pasar los años, al final ha claudicado a las «evidencias» y ha
dejado que sigan pasando? Bien, pues existen personas afortunadas que no son
como nosotros, y que son capaces de amarrarse a su propia vida, dejando que el
destino decida, pero guiándolo ellas mismas.
Afortunadamente
hay más personas de las que pensamos como Vicky, la joven protagonista que, a
sus catorce años, tuvo la oportunidad de «viajar» de manos de la literatura, y
que a partir de entonces y hasta que lo hizo de forma física, no dejó de
alimentar su impetuosa forma de ver la vida. Su mayor deseo: conocer el Tíbet.
Por
diversas circunstancias acaba en un Nepal deprimido y salvaje, lleno de
podredumbre, pobreza y miseria, pero adornado con una fantasía y unas
maravillosas personas que la atrapan, forjando en ella nuevas metas. Su destino
estaba marcado, y ella decide capitanearlo.
El sistema de castas sociales; la
medieval forma de comportarse de ese pueblo, pero sobre todo, la suciedad y
miseria de los niños y niñas del país, victimas reales de todas las injusticias
y blanco de todos los abusos, hace que marque su objetivo en ellos.
Dándose cuenta de que en realidad
no existe el glamur ni el exotismo que uno se forja en la mente viendo
documentales y fotos de agencias de viajes, se pone manos a la obra, situándose
en lo más bajo de la escalera social, para colocar su persona y su vida al
servicio de estos niños y niñas. Las peripecias y logros, los fracasos y
peligros, lejos de amedrentarla, la arrojan de abismo en abismo, superando paso
a paso, todas las dificultades hasta conseguir introducir en el país (y alguno
de alrededor) un sistema educativo digno de las personas, por encima de los
roles y castas, y pensado en sus destinatarios: los niños y las niñas.
La historia autobiográfica de una embriagadora
realidad personal, sirve para saltar excusas y reflejar de una forma llana,
cercana, una realidad injusta con una mirada inconformista.
Si bien no recurre ni pretende
explayarse en una escritura atractiva ni mínimamente rebuscada, sí que (quizá
por este motivo) atrae con la fuerza de quien únicamente pretende contar una
historia. Expande una enorme humanidad fruto de su experiencia personal,
profesional por sus actos, no por sus títulos, y con la frescura de quien no se
siente escritora sino transmisora; de quien siente la necesidad de contar por
su inquietud de enseñar lo que tiene… por si a alguien le sirve; sin
dramatismos gratuitos, sin grandilocuencias, sin adoctrinamientos, en
definitiva, haciendo honor a la frase «la diferencia entre lo que dices y lo
que eres, es lo que haces».
Por tanto, personalmente no he
encontrado una escritura mimada, sino un ejemplo personal regalado; no he
encontrado unas frases eternas, sino sempiternos paradigmas; nada de literatura
virtuosa, ni interés en destacar en ello, sino una excelente historia de quien
sabe que está de paso, y que la huella que deje, marcará el camino a otros
caminantes que quizá se sientan con fuerzas gracias a quien hizo camino al andar, de
continuar marchando hasta una meta imaginada por Vicky en sus «estelas de la mar»
Me ha aportado muchas cosas:
Envidia sana, por su valentía; admiración, de su fuerza; sensibilidad, por sus
situaciones tiernas y peligrosas, sentimentales y humanas; asombro, por sus
logros con tan poco. Con nada.
Puede dar la impresión de que es de
la autora de la que hablo, y es cierto… en un amplio porcentaje. No en vano ha
sido capad de transmitirme con su historia, unas emociones olvidadas desde hace
tanto tiempo que se habían acomodado en el rincón de los sueños; ha sido capaz
de devolverme unos sentimientos que una vez fueron míos, imposibles,
anacrónicos y alocados, y que con sus letras resurgen como suspiros, presentándome
quien fui, quien quise ser y consintiéndome en lo que me he convertido.
Claro que hablo de ella. De su
personaje, de su vida. Pero lo cierto es que si eso lo ha conseguido, ha sido a
través de unas letras llenas de sensibilidad real, dura, como siente quien
tiene en el corazón lo mismo que en la cabeza… y en las manos la fuerza del
amor. También un punto de locura, y altas dosis de rebeldía.
Vicky es alocada, inteligente,
despeinada, inconformista, algo payasa y entusiasta. Llora, ríe, vomita y
escupe fuego. Va de cara, y se la rompen en ocasiones por ello. No anda, trastabilla
de continuo en un avance intermitente pero enorme, con la facultad de atraer
tras ella, tras sus pasos, a gente que sin saberlo, la necesita, y por ella anda de seguido.
Si, hablo de ella. De Vicky.
Hablo de la protagonista de su vida, hecha letras maravillosas en una amalgama
algo desconcertante, y aglutinadas en un ligero pero intenso libro. Por tanto,
hablo del libro. Un gran libro cargado de humanidad y respeto por las tradiciones,
sin dejar de lado las críticas directas hacia ambas.
Si lo he de resumir en pocas
palabras, diría: compromiso, humildad, sensibilidad, humanismo, crítica
constructiva, realidad, esperanza.
Merece la pena leerlo, sin duda.
«Desde una lejana estantería de
una repletísima librería vieja, sentí la llamada silenciosa de un libro, como
los demás. Como con otros, lo agarré, lo olí, leí la última frase, y sin
dudarlo, lo compré.
Poco más tarde me encontraba
disfrutando de los primeros rayos del perezoso Sol y una jarra de cerveza, mientras
leía el comienzo. Sería que la «vida en una carpeta”» que abrió Vicky (así emprende
la aventura) me pareció tan bella, que no me resistí a buscar a la autora para
hablar con ella, quien ante mi sorpresa, contestó. Hablamos.
Con esas primeras palabras, y sin
que ella se enterase, comencé a establecer un vínculo secreto en el que sólo
estoy yo. No sé dónde me llevará, pero comienzo un círculo, y este libro,
Victoria, y su vida, son el comienzo. Probablemente jamás se cierre, pero el
hecho de abrirlo, ya es una “Victoria” y un reto».
Toño Diez .