No recuerdo como hacerlo
Y
cuando la sentí volver, extendí muy alto el brazo, deseando que a él llegase,
posándose y agarrando fuerte, y que con el batir de sus alas, se me llevase
eterna, volando.
Mas
no ocurrió lo deseado, que quedó mirando en lo alto, como madre que escrudiña el
sueño de su hijo desvelado, como padre que llevando a su niña, acunada en sus
fuertes brazos, no tiene vista para el paso, que su mundo lo va paseando.
No
siento la nada, que si no existe el infierno, no queda quimera que alcanzar, no
queda ensueño que trastorne el silencio, que amase lo infinito para recordar.
Para recordarme.
Recuérdame
tú, entonces. Cuando ya no exista, extiende la mano y grita al aire, fuerte,
profundo, y espera. Regresaré en el aroma, incienso que rellena el tiempo que
jamás pudo permanecer, ese que resultó vano, esclavo de sí mismo. Ese que
escapó de entre mis dedos, para colarse en tus entrañas, ese que corroe el
espacio libre para anudar, uno a uno, todos tus órganos con los míos.
Escucha.
A lo lejos se oye el eco de mis pasos. Se acercan pendencieros, violentados por
el mismo sonido que producen, esquivados por el futuro que construyen,
repudiados por el remoto estrépito del ayer, que sin embargo, les persigue
para recordarles que, una vez, fueron, pisaron, estuvieron… y jamás regresaron.
Y
ahora, aquí en un silencio perturbador, me encuentro aguardando tu tropiezo, esperando
que choques conmigo, aunque sólo sea en un recuerdo perdido, mal asfaltado. Aunque
sea con un frio beso. Y sin embargo, no voy a tu encuentro, porque que me das
miedo.
¿Por
qué no me matas… y te mueres conmigo? ¿Por qué me rechazas, si quieres lo
mismo?
Extiende
las alas, tapa con ellas el Sol, que ya no hace falta. Que no tengo herida, que
se cure con calor. Que no me queda ya espacio, que rellenar con su luz. Ciégame
con tus zarpas, y llévame arrastras, hasta que el final de mis días, acabe con
mis entrañas, esparcidas por los mares, de las eternas alabanzas.
No.
Mejor no me recuerdes. Espera que regrese, o limita el olvido en el que me
tienes, Pinta de indiferencia tu visión, cuando me mires inerte. Destapa el
trueno que anuncia el caos, para que todo el mundo sienta, que no me mereces. Que no me perteneces.
Mi
brazo extiendo, esperando tus garras, pero no recuerdo, como hacerlo.
Texto: Toño Diez.
Foto: Nicolás Saracchini Fotografias
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