Utopoética de una guerra 5
(Fragmento del último capítulo del libro "Relatos, sentidos y utopoesías")
(Fragmento del último capítulo del libro "Relatos, sentidos y utopoesías")
Bajó la cabeza la
madre,
para que se pudiese
ayudar,
del gesto
reflexionando,
y se puso a pensar.
—Puede que tu
talento,
lograse hacer
funcionar,
lo que mi vieja
mente cansada,
intenta idear.
—Habla madre, te
suplico —
rogó el muchacho.
—Me da miedo sin
embargo —continuó—
quedarme sola por
mandar,
que hagas algo que
es improbable,
que pueda
funcionar.
—Señora haremos lo
imposible,
para que todo esto
acabe,
que sin duda
ocurrirá que sea,
para bien o para
mal —
bramó el coronel,
acercándose a escuchar.
—Bien —aceptó la
madre— se intentará.
Todo el mundo se
acercó,
rodeando en grupo
esperando,
escuchar a la
madre,
lo que tenía que
hablar.
Silenciosa tanta
gente, casi espectral,
aguardaba que
comenzase,
y ella comenzó a
relatar.
—Necesito soldado
poeta,
que lleves masa
madre al ejercito,
para el pan.
Que se encuentra al
otro lado del puente,
esperando para
atacar.
Diciendo que es
para los hijos,
que esperan allá,
que se les ha
terminado y no tienen
qué comer si no se
la das.
—Señora es un
suicidio,
para quien pretenda
atravesar,
el puente sobre el
río.
Morirá antes de
pasar.
Morirá sin duda
atravesado,
por una mala bala
que disparará,
algún desgraciado
soldado,
antes de dejarle
pasar.
—No si antes
intentamos,
algún producto
intercambiar —
propuso el soldado
llorón, esperando acertar —
nosotros tenemos
tabaco picado,
ellos papeles para
liar.
A nosotros nos
falta eso,
a ellos lo de
rellenar.
Podemos proponer
este intercambio,
para comenzar a
hablar,
y seguir esperando
de ellos,
buena voluntad.
—¿Del enemigo buena
voluntad? —objetó el comandante—
eso parece soñar.
—Disculpe que le
contradiga, mi comandante,
pero el enemigo no
lo es tal,
que son muchachos
como nosotros,
que les raptaron
para luchar,
por algún señorío
cobarde,
que no se expone a
matar,
y por miedo a ser
matado,
manda a otros a
luchar.
—Sea como sea, fue
como fue.
Y armados hasta los
dientes,
están dispuestos a
disparar.
Y en cuanto
aparezca tu testa,
te la volarán.
—insistió.
—No pretendo
arriesgarme,
a dejar este mundo
sin más,
pero si soy cobarde
por no matar,
soy valiente para
morir.
Que lo temeroso es
intentar vivir,
sin molestar
siquiera,
sin alzar la voz
por donde sea,
sin intentar creer
en uno mismo,
ni defender razón
por miedo a que alguien,
se pueda incomodar.
Que el miedo
aterrador de morir de miedo,
no es mayor que
hacerlo sin más, por evitarlo.
Y para mí, mi
comandante,
eso es
verdaderamente luchar,
que disparar es
apretar un gatillo,
pero combatir es
mucho más.
Dispuesto estoy a
que me maten,
si con ello puedo
evitar,
la misma suerte a
alguien.
Y aunque no lo
pudiese evitar,
la mera acción vale
la pena,
que da sentido a la
vida,
y no intentarlo lo
quita,
y aumenta una pena,
a la suma de la
muerte
que me pueda
causar.
—Sea —aceptó el
comandante—
Sea y que jamás
pueda decir alguien,
que un poeta es un
cobarde,
ni que no sabe
luchar.
Texto: Toño Diez.
Foto: Nicolás Saracchini Fotografias
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