lunes, 11 de noviembre de 2013

Utopoética de una guerra 5


Utopoética de una guerra 5
(Fragmento del último capítulo del libro "Relatos, sentidos y utopoesías")



Bajó la cabeza la madre,
para que se pudiese ayudar,
del gesto reflexionando,
y se puso a pensar.

—Puede que tu talento,
lograse hacer funcionar,
lo que mi vieja mente cansada,
intenta idear.

—Habla madre, te suplico —
rogó el muchacho.

—Me da miedo sin embargo —continuó—
quedarme sola por mandar,
que hagas algo que es improbable,
que pueda funcionar.

—Señora haremos lo imposible,
para que todo esto acabe,
que sin duda ocurrirá que sea,
para bien o para mal —
bramó el coronel, acercándose a escuchar.

—Bien —aceptó la madre— se intentará.

Todo el mundo se acercó,
rodeando en grupo esperando,
escuchar a la madre,
lo que tenía que hablar.
Silenciosa tanta gente, casi espectral,
aguardaba que comenzase,
y ella comenzó a relatar.

—Necesito soldado poeta,
que lleves masa madre al ejercito,
para el pan.
Que se encuentra al otro lado del puente,
esperando para atacar.
Diciendo que es para los hijos,
que esperan allá,
que se les ha terminado y no tienen
qué comer si no se la das.

—Señora es un suicidio,
para quien pretenda atravesar,
el puente sobre el río.
Morirá antes de pasar.
Morirá sin duda atravesado,
por una mala bala que disparará,
algún desgraciado soldado,
antes de dejarle pasar.

—No si antes intentamos,
algún producto intercambiar —
propuso el soldado llorón, esperando acertar —
nosotros tenemos tabaco picado,
ellos papeles para liar.
A nosotros nos falta eso,
a ellos lo de rellenar.
Podemos proponer este intercambio,
para comenzar a hablar,
y seguir esperando de ellos,
buena voluntad.

—¿Del enemigo buena voluntad? —objetó el comandante—
eso parece soñar.

—Disculpe que le contradiga, mi comandante,
pero el enemigo no lo es tal,
que son muchachos como nosotros,
que les raptaron para luchar,
por algún señorío cobarde,
que no se expone a matar,
y por miedo a ser matado,
manda a otros a luchar.

—Sea como sea, fue como fue.
Y armados hasta los dientes,
están dispuestos a disparar.
Y en cuanto aparezca tu testa,
te la volarán. —insistió.

—No pretendo arriesgarme,
a dejar este mundo sin más,
pero si soy cobarde por no matar,
soy valiente para morir.
Que lo temeroso es intentar vivir,
sin molestar siquiera,
sin alzar la voz por donde sea,
sin intentar creer en uno mismo,
ni defender razón por miedo a que alguien,
se pueda incomodar.
Que el miedo aterrador de morir de miedo,
no es mayor que hacerlo sin más, por evitarlo.
Y para mí, mi comandante,
eso es verdaderamente luchar,
que disparar es apretar un gatillo,
pero combatir es mucho más.
Dispuesto estoy a que me maten,
si con ello puedo evitar,
la misma suerte a alguien.
Y aunque no lo pudiese evitar,
la mera acción vale la pena,
que da sentido a la vida,
y no intentarlo lo quita,
y aumenta una pena,
a la suma de la muerte
que me pueda causar.

—Sea —aceptó el comandante—
Sea y que jamás pueda decir alguien,
que un poeta es un cobarde,
ni que no sabe luchar.


 Texto: Toño Diez. 
 Foto: Nicolás Saracchini Fotografias

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